Fantasmas
El otro día estaba en la biblioteca. La lucha por los puestos de lectura era dura, estaba todo lleno de gente. En esos momentos, cuando parece que va para largo el poderse sentar a estudiar, me siento en el ordenador de la biblioteca y miro qué esta sucediendo en el cyberespacio. Miro mi correo, facebook, diferentes periódicos, diferentes blogs,... normalmente hasta que veo que hay un sitio libre no paro de buscar cosas. Pero el otro día, cuando me levanté para ir al puesto que se había quedado libre, mi corazón dió un salto. No podía ser. Sentada de espaldas a mi estaba una amiga mía. Pero no podía ser. Ella estaba dando clase en Madrid en esos momentos, no podía estar en una biblioteca en Pisa leyendo sus emails. El pelo era idéntico, el jersey también, pero no quise mirarla a la cara porque sabía que era imposible.
Cuando estas de viaje, millones de fantasmas se mueven a tu alrededor. Ves a tus amigos y tu familia por todas partes. Y en esos momentos tienes que ser más fuerte que tu imaginación y darte cuenta de que no puede ser, que estas tu solo por estas tierras, no puede ser que alguien de allí esté aquí al mismo tiempo.
Pero existe otro tipo de fantasma. El tuyo propio. Este me persigue allá donde vaya en Pisa. Veo el restaurante donde cené por primera vez cuando llegamos aqui para buscar piso. La escalera donde la grite que parase de dar vueltas, que estabamos juntos en esto. El bar desde el que volvímos a casa, yo arrastrando a mi compañera de piso porque estaba demasiado borracha para mantenerse en pie, buscando un taxi inexistente. La heladería donde nos reíamos hablando en inglés con acentos inexistentes. Y seguimos ahi, de alguna manera, parados en el tiempo para que yo nos contemple.
Aunque un sitio ya no esté fisicamente, siempre se queda ahí, inmóvil, para la gente que sepa mirar cuidadosamente.